En el corazón de Serrada, nuestra historia comienza con Teófilo González, un herrero de vocación. De niño ya mostraba su pasión: más de una vez llegó a casa sin agua porque se había entretenido en la fragua. Su amor por el hierro fue más fuerte que cualquier encargo de nuestra bisabuela.
Aprendió el oficio en Rodilana, y en 1947 dio el paso de instalarse por su cuenta, alquilando un pequeño local en Serrada. Solo contaba con un yunque y un martillo, pero también con un espíritu incansable. En 1952 adquirió el terreno donde hoy continúa latiendo el corazón de nuestra empresa. Desde entonces, esta fragua no ha parado de evolucionar.
En 1981, tras el fallecimiento de Teófilo, su hijo Gerardo tomó el relevo con apenas 19 años. Heredó no solo el taller, sino también el compromiso con los agricultores y el amor por el oficio. Con visión de futuro, amplió la actividad hacia la venta y reparación de maquinaria agrícola, especialmente centrada en las necesidades del viñedo.




Hoy, la tercera generación —Jorge y Miriam— sigue adelante con el legado familiar. Jorge, creció entre herramientas y motores, siempre al lado de su padre, empapándose del oficio con dedicación y respeto; Miriam, joven, formada y profundamente conectada con el mundo rural, aporta una mirada renovada y profesional, sin perder de vista el saber hacer que aprendiera desde pequeña. Ambos, juntos, mantienen vivo el espíritu de esfuerzo y entrega que define a Hijos de Gerardo González.
Ofrecemos soluciones eficaces en maquinaria agrícola para viñedos, con la misma honestidad, cercanía y calidad que nos ha acompañado desde el primer martillazo de Teófilo.